“Al teatro en México le falta lo que al arte en general: apoyo decidido y verdadero”, dice a Excélsior el dramaturgo Flavio González Mello (CDMX, 1967), quien fue elegido como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
Y agrega: “Es fácil decir que se apoya al arte, pero si eso no se refleja en presupuestos, infraestructura, programas y mecanismos de difusión, entonces todo se queda en palabras huecas”.
¿Qué es lo que le falta al sector escénico?, se le cuestiona al autor de obras como 1822. El año que fuimos imperio y Lascurain o la brevedad del poder.
“Faltan políticas públicas. Por ejemplo, no se han construido nuevos teatros, salvo en Chapultepec, pero fuera de ahí no se renueva la infraestructura.
“Además, cada vez más instituciones te dicen: ‘Ahí está el teatro, pero tú consigue de dónde vas a pagar a los actores’ y ese otro lado se ha vuelto el estímulo fiscal (Efiartes), que cada año tiene más reglas absurdas, que parecen diseñadas para torturar a los que simplemente quieren hacer un proyecto, quienes son tratados como si fueran criminales que intentan robarse las arcas de la nación”, lamenta.
A esto se suma el hecho de que “el monto del estímulo fiscal se ha ido encogiendo cada año con la inflación, porque éste no aumenta ni se actualiza... y, a pesar de todo eso, se produce mucho teatro”.
¿Son suficientes los foros escénicos? “Los teatros están sobresaturados. De ahí que una temporada tenga cada vez menos funciones.
“Me parece paradójico que se ensayen tres meses para presentarse (en cartelera) sólo tres semanas”, asevera.
¿Se ha descentralizado lo suficiente el sector? “Existe un centralismo tremendo, pese a que hay montajes que se hacen fuera de la Ciudad de México que merecerían un apoyo más vigoroso desde la Federación y desde los estados.
“Sin embargo, aquí mismo en la capital hay poco apoyo por parte del gobierno local, sin olvidar que el gobierno federal vio mermado un 25% su presupuesto por los megaproyectos”.
¿Faltarían más becas y más teatros? “Más que una queja, pienso que sí hay un foco rojo. Por ejemplo, debería crecer la infraestructura teatral y rehabilitarse muchos foros que existen, pero no tienen un uso, o que han sido totalmente privatizados.
“Ahí están los teatros del IMSS, que parecería que son una carga para cada gobierno que llega, del color que sea, ya que no saben qué hacer con éstos, mientras la comunidad artística se pelea por los dos o tres espacios disponibles”, plantea.
SIN PRURITO
Pero más allá de los problemas que enfrenta la escena, González Mello expresa su alegría por ingresar a la AML, donde recibirá la silla XXXII, la misma que antes ocuparon Salvador Novo, Felipe Teixidor y Mauricio Beuchot.
“Estoy honrado de que me hayan aceptado en la Academia. Creo que es un organismo que todos los que estamos en esto de la escritura seguimos, con sus discusiones, sus determinaciones y criterios.
“A mí me parece estimulante ingresar a la AML, porque no sólo se reconoce mi trabajo, sino que también, de algún modo, se da cabida y reconocimiento al trabajo de los escritores que nos dedicamos a la dramaturgia y al guionismo”, expresa el también creador de obras como IA Inteligencia actoral, que estrenó en 2023, y Trotsky: El hombre en la encrucijada.
¿Cómo contribuirá a la AML?, se le pregunta. Para mí, es importante contribuir desde la perspectiva de cómo se escribe, se dialoga y se piensa en imágenes y acciones desde la escena, y encontrar las zonas comunes con el resto de las disciplinas.
“Considero que el lenguaje es algo vivo y cambiante, y así se debe de asumir. Además, me parece que la AML hoy en día no se propone ser un fiscal del lenguaje, sino un espacio en el que se estudian algunos temas que problematizan el lenguaje, como el lenguaje inclusivo y los cambios a partir del uso de Messenger y WhatsApp”, apunta.
¿Usted está a favor del lenguaje inclusivo? “Mire, desde que empecé a escribir decidí que la mejor posición que podía asumir es la de un observador atento de la realidad. Me parece fascinante ver en tiempo real cómo evoluciona tan vertiginosamente el lenguaje.
“No tengo una postura respecto al lenguaje inclusivo. No estoy en contra, desde luego, pero tampoco lo uso de manera cotidiana, en parte, porque fui educado en una sociedad que no lo utilizaba y estoy acostumbrado a utilizar el plural en masculino, pero entiendo perfectamente las razones de quienes lo quieren utilizar, lo respeto y, cuando así me lo piden, no me causa ningún prurito adoptarlo”, concluye.
El dramaturgo Flavio González Mello fue propuesto por Jaime Labastida, Javier Garciadiego, Roger Bartra, José Luis Díaz, Jesús Silva-Herzog Márquez y Angelina Muñiz-Huberman, e ingresará a la AML en los próximos meses. (Tomado de Excelsior)
Biografía
Nació el 26 de diciembre de 1967 en la Ciudad de México. Estudió guionismo en el Centro de Capacitación Cinematográfica y dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. También ha tomado cursos de teatro con Juan Tovar y Ludwik Margules, entre otros. Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores (Beca Salvador Novo) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En 1984, su obra Cómo escribir una adolescencia recibió Mención Especial en el Primer Concurso de Teatro Salvador Novo. Al año siguiente la llevó a escena y la presentó en un festival de Toyama, Japón. Así como la ves… fue estrenada en Sidney, Australia, en 1985, por el grupo The Shopfront Theatre. Emilio Carballido la incluyó en la antología Teatro para adolescentes. En 1991 estrenó Carne de cañón, basada en Un hombre es un hombre de Brecht; y en 1998, otra paráfrasis brechtiana: La última y nos vamos. Ambas fueron dirigidas por Rodrigo Johnson, con quien fundó La Compañía Perpetua. En 1996 escribió y dirigió la película Domingo siete, que ganó el Ariel al Mejor Mediometraje de Ficción y ha sido invitada a festivales internacionales. Su guión 40 grados a la sombra obtuvo el tercer lugar en el Concurso de Guiones de Cortometraje del IMCINE, en 1996. También ha escrito los largometrajes Gracias mamá (sin filmar) y Pachito Rex (1999), y la miniserie de televisión Memorias de un impostor, basada en la novela de Vicente Riva Palacio. Ha escrito dos libros de narrativa, ambos inéditos. Ha sido editor de las secciones de teatro y cine del periódico El Economista y coeditor del suplemento La Plaza. 1822 (escrita con el apoyo de una beca del FONCA) borda sobre la tradición antihistórica con una factura impecable y con la profunda ligereza que caracteriza la obra de González Mello. Fray Servando, la tragicomedia misma, se estrena como tema en nuestro teatro. El humor hace acto de presencia.